Visitar Colonia del Sacramento es mucho más que recorrer un destino turístico: es adentrarse en un viaje donde la historia palpita en cada piedra, el río acompaña como telón de fondo y la hospitalidad se convierte en memoria compartida.
Desde Buenos Aires llegamos en Buquebus y, con la idea de viajar de manera sustentable, alquilamos un auto eléctrico que nos permitió movernos con calma por la ciudad. El día comenzó en el Charco Hotel, con un desayuno frente al Río de la Plata, y continuó con la caminata por el Casco Histórico: calles empedradas, balcones floridos y la Plaza Mayor, testigos de los siglos de disputas entre portugueses y españoles.
La siguiente parada fue la Plaza de Toros Real de San Carlos, un ícono que hoy, restaurado, revive como espacio cultural y turístico. De regreso al centro, volvimos a perdernos en las callecitas coloniales hasta que el día empezó a caer y, como todo buen viaje, la jornada nos llevó a la mesa.
Casa Páez: arte, memoria y cocina en el corazón del Barrio Histórico
En medio de esa trama de adoquines y faroles antiguos nos encontramos con Casa Páez, un restaurante que late dentro de una casona del 1700 y que combina patrimonio, gastronomía y arte.
Su historia es singular: antes de convertirse en lo que es hoy, fue “La Casa de Jorge Páez Vilaró Art Gallery Restaurant”, un proyecto familiar que honraba la memoria de Jorge Páez Vilaró. Ese espíritu artístico quedó impregnado en los muros de piedra y hoy dialoga con una propuesta culinaria que busca emocionar.
“Casa Páez no empieza con nosotros, sino que nos eligió”, nos cuentan sus responsables. Y se siente: cada objeto tiene voz —un baúl peruano del siglo XVIII, una barra tallada a mano, viejas ruedas de carruaje— y cada plato se concibe como una pieza de arte.
La cocina es memoria hecha presente: un osobuco a la reducción de vino tinto con polenta cremosa, raviolones negros de tinta de calamar rellenos de salmón o un mousse de chocolate con aceite de oliva y sal marina que deja huella. Todo acompañado por vinos de Colonia que completan la experiencia.
Trabajar en el Casco Histórico, dicen, “es vivir dentro de una postal, pero una que respira”. Y su nueva terraza, desde donde se ve caer el sol sobre el río, promete convertirse en uno de esos lugares que se graban en la retina para siempre.
Casa Páez no es solo un restaurante: es un refugio de tiempo lento, donde la música, la luz y la calidez del equipo invitan a detenerse. “Almorzar o cenar aquí no es algo que se hace rápido; es algo que se vive”, nos repiten, y entendemos que la esencia está justamente ahí: en habitar el momento.
Un final frente al río
La jornada cerró con una merienda mirando el horizonte que separa y une a la vez a Uruguay y Argentina. Colonia del Sacramento nos dejó esa mezcla única de historia viva, paisajes que calman y sabores que conmueven. Y en el medio de todo, descubrimos que viajar no siempre es moverse: a veces, es quedarse un poco más en un lugar que sabe abrazar.




